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Una imagen del Diseño Industrial dominicano

30 Junio 2022

Primeros indicios

La mente humana siempre está procesando cosas. Una de esas cosas es nuestra experiencia con los eventos cotidianos de la vida: un encuentro con alguien, ver una película, asistir a una conferencia, comprar un producto, leer un libro, sentarse en una silla, en fin, cuando interactuamos con algo siempre trataremos de significarlo o comprenderlo y, para ello, nuestro cerebro simplificará la experiencia con el evento a través de una imagen conceptual o física. Ello quiere decir que toda experiencia que tenemos en nuestro entorno -de existencia ideal o real- nos genera una imagen mental que la representa.

En ese sentido, los objetos que habitan nuestro entorno -con los cuales hemos interactuado e incluso con aquellos que no, pero que sabemos de su existencia- generan en nosotros una imagen que nos permite analizarlos, explicarlos y, en algunos casos, proyectar nuevos objetos.

La imagen que se nos genera al evocar un objeto es una afirmación o reconocimiento - originalmente individual- de ese objeto. Al generarse en nosotros la imagen de un objeto, lo que ocurre es nuestra aceptación sobre todo lo que significa ese objeto (su forma, sus colores, sus materiales, su función, su uso, su desempeño, su historia, su valor, entre otros), entonces, la imagen que tenemos de un objeto es la creencia que tenemos sobre él. Y nuestro sistema de creencias es lo que nos permite aproximarnos al mundo, interactuar con él y desarrollarnos.

Las imágenes, entonces, “son mediaciones entre el hombre y el mundo (…) tienen la finalidad de hacer que el mundo sea accesible e imaginable para el hombre” (Flusser, 1990, p. 12), ello quiere decir que las imágenes son como un plano o mapa que muestran escenas o situaciones relacionadas con una realidad que, en algunos casos, nos permiten conocer un contexto determinado para trazar de manera planificada actividades futuras. Las imágenes están cargadas de significados sobre “algo” y, como tal, encuentran su sentido a través de la interpretación de quien la observa.

Reconocer los objetos que nos rodean o pensar en ellos nos genera una imagen de ellos mismos. Analizar y explicar esa imagen nos permite determinar si tales objetos se corresponden con nuestros intereses sociales, con nuestras necesidades e idiosincrasia, y en el mejor de los casos, tener una imagen clara de nuestra cultura material nos permite transformarla para la correspondencia y el beneficio social.

En ese sentido, el presente ensayo está concebido como un símil fotográfico que busca retratar una imagen del Diseño Industrial dominicano desde un punto de vista cualitativo. Creemos, bajo el Perspectivismo, que la realidad del Diseño Industrial dominicano es una realidad heterogénea, es decir, hay muchas imágenes que integran la totalidad del diseño en el país. Las líneas que prosiguen son, entonces, un punto de vista o una mirada superficial que pretende mostrar una imagen esbozada del diseño industrial que se percibe en el país bajo el lente de la inmediatez y la cotidianidad de la disciplina y de los objetos de diseño disponibles y accesibles en el entorno dominicano, todo ello con el objetivo de reconocer al diseño para poder transformarlo.

Para proyectar cualquier futuro debemos analizar y explicar tanto el presente como el pasado. Esa máxima tiene mayor sentido en las sociedades que han declarado su proceso de industrialización en pro del desarrollo social y económico. 

La mejor manera de crear una nueva y mejor sociedad es proyectándola, y desde el punto de vista que nos atañe, proyectar una cultura material endógena requiere, en primera instancia, la comprensión de la práctica contemporánea del Diseño Industrial, también, precisa aclarar cuáles son las potencialidades del Diseño Industrial en la sociedad y la industria para, finalmente, proponer algunos lineamientos que le permitan al Diseño Industrial coadyuvar al desarrollo de la República Dominicana. Esa, por lo tanto, es la esencia de establecer una imagen del Diseño Industrial dominicano.

Una mirada al Diseño Industrial contemporáneo de la República Dominicana.

Los orígenes del Diseño Industrial no son precisos, no obstante, muchos diseñadores coinciden en que sus inicios se remontan a la Revolución Industrial que comenzó en Gran Bretaña a mediados del siglo XVIII, y que anunció la era de la industrialización en el mundo, naciendo el Diseño Industrial como una respuesta a los problemas planteados por la producción industrial de ese entonces.

A mediados del siglo XX (como una suerte de antesala al mundo posmoderno) se produjeron significativos cambios en los ámbitos políticos, sociales, tecnológicos y culturales, que incidieron en la práctica de las disciplinas proyectuales. En tal sentido, el interés por los materiales, las tecnologías y los procesos enfocados en el desarrollo industrial y de la sociedad de consumo, comenzaron a desplazar a las viejas formas artísticas de concepción, a la vez que fortalecían a la figura del diseñador como agente de creación industrial y cultural.

En ese entonces, la lógica de la producción comienza a imponerse y las actividades asociadas al marketing (promoción y publicidad) inician su desarrollo al servicio de esos discursos. El diseño encuentra un gran campo de acción en esa lógica debido, entre otras cosas, a la necesidad de planificar, de pronosticar la evolución de las demandas y, sobre todo, a la imperiosa creación de nuevas formas con mayor calidad estética o, por lo menos, más atractivas para incitar al consumo. Ese escenario incitó la demanda por parte de las empresas de especialistas en diseño para darle forma a los nuevos productos y establecer las relaciones comerciales con los mercados.

Latinoamérica -a pesar de sus vaivenes políticos, de su errada administración de los recursos y sus altos niveles de pobreza- a su manera también entró en esa lógica de producción calcando los modelos de desarrollo industrial de los países centrales con un fuerte discurso hacia la generación de empleo y el rédito. El diseño -que es parte del discurso de la innovación- escasamente se aplicaba en algunas industrias y también respondía al styling del momento.

En el entorno local, la historia del Diseño Industrial en la República Dominicana realmente es parte de un contexto general, aunque se puede afirmar que a mediados de los años 60 y después de la caída de la dictadura, es cuando hay apertura -al menos- al desarrollo de productos industriales[1].

En ese sentido, podríamos hablar de una historia latinoamericana del diseño que contiene rasgos y actividades comunes que, en suma, nos permiten entender el devenir de la práctica del Diseño Industrial en la República Dominicana. Tal como lo comentan Bonsiepe y Fernández (2008) “entre los países de América Latina y el Caribe existen ciertas similitudes y afinidades estructurales que permiten integrar en un solo trabajo los antecedentes de diseño. La mirada local, a veces, desconoce esa historia que compartimos”. Los autores expresan sus ideas partiendo de una hipótesis que procura verificar que en la década del ’60 (caracterizada por la promoción de la actividad industrial nacional y por políticas de Industrialización por Sustitución de Importaciones -ISI-, determinadas por la macroeconomía), en los países de América Latina en general, el diseño (en las especialidades de industrial y gráfico) formó parte de algunas políticas nacionales de desarrollo, donde la industrialización y la comunicación fueron asistidas orgánicamente por estas disciplinas, quedando ese proceso abierto y en algunos países quedó truncado.

En otras palabras, en la República Dominicana la creación de productos estuvo promovida y condicionada por la lógica de producción de aquel entonces (dentro de las políticas desarrollo) y, como parte del proceso de industrialización quedó abierta, aunque se quedó estancada -principalmente- en una dimensión decorativa o de ‘formalismo-estético’.

Fue a mediados de los años 80 cuando el INTEC, a través de su Centro de Investigación del Diseño, impulsó la profesionalización del Diseño Industrial para convertirse en la disciplina tal como la conocemos hoy en día.

En la actualidad, el Diseño Industrial en la República Dominicana se reconoce como una disciplina relativamente nueva donde la “cultura de diseño” apenas se encuentra en una fase embrionaria. Siendo ‘la falta de políticas contundentes y concertadas’ la principal característica que define al Diseño Industrial dominicano.

En ese sentido, aunque existen algunas políticas a través del diseño, políticas de diseño y políticas para el diseño que, en suma, conforman una “cultura de diseño industrial dominicano”, éstas constituyen más esfuerzos aislados que piezas clave dentro de una política integral de Diseño Industrial.

Efectivamente, en relación a las políticas a través del diseño, en las empresas dominicanas es prácticamente invisible la gestión estratégica de Diseño Industrial y los enfoques hacia el diseño de productos con altos compromisos al desarrollo social y la sostenibilidad medioambiental no parecen ser la prioridad en la práctica empresarial. De hecho, en las empresas dominicanas son poco comunes las inversiones en I+D al punto que más de un 60% de las empresas han declarado no invertir en diseño de productos (Oficina Nacional de Estadística, 2020).

En relación a las políticas de diseño, los diseñadores industriales -a nivel general- son subvalorados por las empresas dominicanas (de los distintos sectores económicos) en relación a sus competencias y aportes, siendo común que se les contrate para trabajos de desarrollo técnico muy particulares como el modelado 3D o la realización de planimetrías de algún objeto o pieza en particular, por ejemplo. Incluso, algunos diseñadores industriales asumen empleos en áreas que, si bien son afines, no son de su entera competencia, como el diseño gráfico (por ejemplo, diseñando logos, sitios web, entre otros) o realizan actividades ligadas al diseño interior; las empresas o estudios profesionales que se dedican al diseño y desarrollo de productos -o que ofrecen tales servicios- son escasos; por otro lado, en diversos estudios profesionales de arquitectura y/o de diseño interior -que están mejor consolidados en el país- el Diseño Industrial se asume como un complemento o servicio extra de tales trabajos; asimismo, no existe un gremio particular de diseñadores industriales dominicanos que ampare, regule y establezca las condiciones adecuadas para la práctica de la profesión.

Y en relación a las políticas para el diseño, si bien existe un reconocimiento y consideración del Diseño Industrial en la agenda gubernamental del país, la disciplina es entendida -básicamente- bajo el enfoque tradicional que se centra en la optimización de la producción y en el desarrollo técnico de productos; a nivel de enseñanza, el país tiene altos estándares en la formación además de constantes y pertinentes ajustes en los programas académicos, sin embargo, la oferta institucional es poca, y a nivel de posgrado es prácticamente inexistente; la experimentación en las áreas propias del diseño -e incluso con las que está relacionado- no es prolífica, a la par, se generan interesantes propuestas pero en muchos casos no superan la etapa conceptual del proceso de diseño.

Tal vez, el quid de la embrionaria cultura de Diseño Industrial en la República Dominicana se deba a las diversas opiniones equivocadas que tanto los dominicanos, el sector industrial, los gobernantes y -penosamente- algunos diseñadores tienen sobre el término, repercutiendo así en la subvaloración de la disciplina. En el país existe una fuerte creencia que entiende al Diseño Industrial como una actividad ligada fundamentalmente a la decoración y claramente unida al concepto de buen gusto. Popularmente se entiende al diseño como un elemento cosmético que está al servicio de las clases sociales más pudientes, que lo usan para embellecer sus entornos o sus vidas.

Por otra parte, muchos dueños de empresas o los encargados de las estrategias empresariales consideran al Diseño Industrial como una actividad puramente de dibujo y como un servicio costoso. Además de ello, creen que el diseño no está preparado para resolver los problemas de fabricación o innovación de sus industrias. No es un secreto que el sector industrial dominicano (aun estando en sus mejores momentos) no ha hecho uso del Diseño Industrial por las erróneas concepciones que se tienen de éste; para muchos industriales es mejor y más barato copiar los diseños de otros países que diseñar localmente.

Basta con observar las diversas ofertas de productos que se encuentran en las principales tiendas o cadenas de distribución y venta del país para darse cuenta que el volumen de productos en los cuales interviene el Diseño Industrial dominicano es extremadamente bajo, y en algunas áreas de desarrollo simplemente no existe. Igualmente, se cree que el Diseño Industrial solamente le sirve al sector manufacturero (a la producción de bienes o productos terminados), y no se comprenden las potencialidades que tiene para los sectores de servicios y comercio (que representan un buen porcentaje de las empresas del país).

Muchas veces cuando el consumidor dominicano está frente a una vitrina descarta al producto local debido a la obsolescencia de sus formas o materiales, debido a las pocas prestaciones que ofrece o debido a que éste no se adapta a sus necesidades y,  en contraposición, prefiere el producto foráneo ya que (si bien no tiene mucho que ver con su idiosincrasia, con su entorno inmediato y es más costoso) le ofrece mejores valores estéticos y simbólicos, mejores prestaciones y resuelve mejor sus necesidades, es decir, el producto está mejor diseñado que el producto local (a pesar que el producto local puede estar mejor producido que el foráneo -como ocurre en algunos casos-).

En el país estamos rodeados de muchos productos foráneos (europeos, chinos, taiwaneses, americanos…), que no han sido creados en función de los intereses dominicanos o de la realidad cultural, pero son consumidos porque son bienes que solucionan problemas o aspiraciones para las personas. La publicidad y la costumbre nos han bombardeado con una suerte de consumismo que nos permite lograr ciertas metas. 

Toda esa importación foránea de ideas o ideologías es la que hace que buena parte de la empresa dominicana simplemente se limite a copiar lo externo y a venderlo. Si las personas de nuestras comunidades no logran entender que existe una cultura propia, y que ésta es capaz de manifestarse en formas, el Diseño Industrial nunca va a ser aceptado como un fenómeno industrial, sino que va a ser apreciado como un fenómeno cultural sólo de ciertos grupos sociales que son quienes pueden comprar el Diseño.

Todo lo anterior nos habla de una identidad de diseño que -paradójicamente- está bastante clara, es decir, ahí están las creencias sobre el Diseño Industrial dominicano, ahí están los símbolos, los comportamientos, las costumbres, los valores asociados al diseño de productos, eso es un hecho. No obstante, esa identidad no es propia y no genera sentimientos de pertenencia. La actual identidad de diseño dominicano no es un espacio común que nos permita (re)conocernos porque no incita al diálogo interno que nos hace crecer: ¿cuáles son nuestros problemas? ¿con qué formas los podríamos solucionar? ¿con qué y cómo producimos esas soluciones? ¿cómo aplicamos esas soluciones? ¿qué hacemos con esas soluciones luego que cumplan su cometido? ¿podemos probar otras soluciones?

La identidad puede entenderse como una fuerza integradora que permite la identificación (quiénes somos) y la diferenciación (cómo somos ante los demás). En la República Dominicana existe un fuerte deseo por establecer la identidad nacional, no solo por ese (re)conocimiento social, sino también porque se ha entendido como algo necesario para la competitividad global en la cual ya está inmersa el país. Hay una válida preocupación por generar una cultura material con identidad propia porque, tal como lo señala Bonsiepe (1999), “la búsqueda de una identidad está motivada por el deseo de autonomía, es decir de poder, para determinar el propio futuro” (p. 20).

Sin embargo, algunos loables intentos que ciertos diseñadores dominicanos hacen en pro de la identidad, tal vez no estén apuntando en la dirección correcta. Según las ideas del mismo Bonsiepe (1999), la identidad no es un tesoro escondido en alguna parte de los estratos profundos de un alma dominicana. Algunos de los objetos propuestos hasta ahora, están dirigidos a encontrar una identidad dominicana en el pasado, a revitalizar los códigos formales regionales, a redescubrir elementos estilísticos precolombinos y a aplicarlos al Diseño Industrial. 

Al autor ello le parece una empresa inútil y equívoca, porque la identidad no yace en el pasado, sino que debe ser creada. Por ejemplo, no es imaginable para él realizar una calculadora electrónica o un instrumento quirúrgico en aleación de acero (es decir, un nuevo producto) con los elementos formales de la cultura Taína[1]. Culmina sus ideas aclarando que la nostalgia no es un instrumento eficiente para prepararse para el futuro. Y es que, contrariamente a lo que muchos pueden pensar, la identidad de diseño no está en los objetos, sino en la manera como la sociedad los concibe, les da forma y los produce.

Como conclusión de este apartado, lo esbozado nos muestra una imagen alterada del Diseño Industrial dominicano que no se corresponde con los ideales de desarrollo que tenemos todos los involucrados en la construcción de la cultura material dominicana. Cuando se comprenda el verdadero sentido del Diseño Industrial, cuando se establezcan políticas claras relacionadas al diseño y cuando se comprenda que su consolidación como herramienta clave para el desarrollo social e industrial no depende exclusivamente de los propios (y pocos) diseñadores industriales dominicanos, en ese momento la embrionaria y difusa cultura de diseño comenzará a perfilar su identidad y, una vez que sea así, lo que sigue es transitar el bienestar y el progreso.

Una mirada a las potencialidades del diseño industrial en la República Dominicana.

La idea de potencialidad se enmarca en aquello que es posible, en producir efectos, en capacidades generativas o en posibilidades. Ante esa idea la pregunta clave de este apartado es ¿qué puede hacer el Diseño Industrial por la República Dominicana?

La respuesta se encuentra en la esencia de la disciplina, por lo cual, es necesario aclarar qué es el Diseño Industrial para comprender sus potencialidades. Definir a una profesión relativamente joven como el Diseño no es cosa sencilla. Creemos que existen tantas definiciones de diseño como diseñadores hay en el mundo, pues cada quien -como corresponde- interpreta a la profesión según su propia experiencia y punto de vista. No obstante, recurrimos a la definición de la Organización Mundial de Diseño (WDO - World Design Organization)[1], una organización sin fines de lucro con sede en Canadá que desde mediados del siglo pasado se presenta como la voz internacional del Diseño Industrial con el objetivo de defender, promover y compartir el conocimiento de la innovación impulsada por la disciplina para crear un mundo mejor. Desde sus inicios la Organización ha establecido una serie de proposiciones con el objetivo de delimitar conceptualmente al Diseño Industrial como una manera unívoca y precisa de comprender a la disciplina para facilitar su práctica a nivel mundial. En la 29ª Asamblea General de la Organización celebrada en octubre del 2015 en Gwangju (Corea del Sur), el ‘Comité de Práctica Profesional’ dio a conocer una definición renovada de Diseño Industrial de la siguiente manera[2]:

“El diseño industrial es un proceso estratégico de resolución de problemas que impulsa la innovación, construye el éxito comercial y conduce a una mejor calidad de vida a través de productos, sistemas, servicios y experiencias innovadoras. El Diseño Industrial tiende un puente entre ‘lo que es’ y lo que ‘es posible’. Es una profesión transdisciplinaria que aprovecha la creatividad para resolver problemas y cocrear soluciones con la intención de mejorar un producto, sistema, servicio, experiencia o negocio. En esencia, el diseño industrial ofrece una forma más optimista de ver el futuro al reformular los problemas como oportunidades. Vincula la innovación, la tecnología, la investigación, los negocios y a los clientes para proporcionar un nuevo valor y una ventaja competitiva en las esferas económica, social y ambiental.”

La definición aclara que el Diseño Industrial es mucho más que una mera herramienta para crear solamente productos u objetos. Hoy también se entiende como un proceso estratégico empresarial cuyo objetivo es concretar las innovaciones para lograr el éxito y la competitividad de las empresas, al mismo tiempo que mejora la calidad de vida de las personas. Desde otro ángulo, el Diseño Industrial es uno de los elementos principales que conecta a las empresas con las personas, es el vínculo o punto de contacto entre lo que es -u ofrece- la empresa y la vida de las personas.

En ese sentido, una empresa de cualquier sector económico desarrollará una determinada oferta y pretenderá ofrecerla en su mercado con las mejores expectativas de éxito. El Diseño Industrial propondrá la mejor alternativa posible -a través de la conceptualización de un producto, sistema, servicio o experiencia (centrada en objetos)- que, al estar adaptada a las personas, a las características de la propia empresa y a las particularidades del mercado, les ayudará a esas personas a lograr lo deseado y favorecerá el éxito empresarial, y cuando eso ocurra, se habrá consagrado la innovación.

Cuando el producto novedoso que presenta una empresa al mercado es aceptado, validado y adquirido en el transcurso del tiempo por las personas, en ese momento se convierte en una innovación, y si tal producto carece de diseño las probabilidades de su rechazo y el de la propia empresa son mayores.

Nada mejor que un ejemplo para explicar un hecho. Tomemos como referencia al hilo dental que se usa para limpiar los dientes. Vamos a despojarlo de su verdadera historia[1] y supongamos que ha sido inventado en este momento por un dentista local. Se trata de un conjunto de filamentos de nylon agrupados de manera que forman un hilo resistente el cual se introduce en el espacio interdental para remover los restos de alimentos acumulados. Uno de los principales beneficios es que permite la limpieza de esos espacios inaccesibles al cepillo, además de ayudar notablemente a prevenir la aparición de caries interdental y enfermedades de las encías. Sin duda estamos frente a una creativa y beneficiosa invención que se enfoca en el mejoramiento de la salud bucal. No obstante, el maravilloso invento no tiene el éxito esperado, su adquisición y uso es muy bajo. A pesar de los evidentes beneficios las personas no terminan de aceptarlo. Sucede que el hilo dental solo se puede comprar en la clínica dental del inventor; se vende empacado en pequeñas bolsas plásticas y suele enredarse por lo que a veces hay que sacar todo el hilo de la bolsa para desenredarlo y por cuestiones de higiene no es conveniente tocarlo todo, además, el hilo puede mojarse y por ello podrían generarse hongos con lo cual no podría usarse; cuando se extrae el hilo para usarse cuesta mucho cortarlo o se necesita una tijera para hacerlo; las personas no saben con certeza qué tanto deben cortar y algunos todavía no tienen muy claro cómo se usa; en fin, los costos de adquisición y uso asociados al invento superan al destacado beneficio, por lo cual, el valor del hilo dental es bajo.

Dada esas circunstancias (y aún dentro de nuestro ejemplo), el diseñador industrial comprende la situación del dentista, empatiza con los usuarios y propone que el hilo dental se venda en una cantidad determinada y enrollado alrededor de una bobina, la cual se colocará en una caja pequeña de plástico. En uno de los bordes de la caja hay una abertura y una pequeña hoja de metal por donde se extrae el hilo y se puede retener para ser cortado fácilmente. La caja tiene una tapa integrada que se acopla a presión para formar un alojamiento hermético al polvo y el agua protegiendo la bobina de hilo dental. Asimismo, la caja tiene una etiqueta adherida que identifica al dentista/vendedor y, a su vez, viene contenida en un empaque que ofrece información complementaria sobre el uso del hilo y la propia caja.

En concreto, el diseñador industrial concibió una forma o un objeto seguro, práctico, cómodo y eficiente para usar el hilo dental. A través de dicha forma permitió que se simplificara y fomentó el uso del hilo dental, permitió que se regularizara el precio y se optimizara la cadena de suministro, promovió la imagen del dentista, e incluso, contempló que la pequeña caja se pudiera fabricar de manera sencilla y a bajo costo. Con todo ello, el hilo dental ahora sí es aceptado por las personas, ahora sí pueden adquirirlo y usarlo sin contratiempos.

El diseñador industrial -a través del objetó que diseñó- impulsó la invención y la convirtió en una innovación. Permitió que se elevara la calidad de vida de las personas al facilitar el uso de una invención que ayuda a la salud bucal. El diseñador elevó los beneficios de uso del hilo dental, por lo cual, le generó (o agregó) valor a la invención con los consecuentes beneficios para la empresa/dentista y los usuarios.

Por ello, el Diseño Industrial se encarga de impulsar, presentar o lograr las innovaciones. Permite que las empresas y las personas se conecten de manera beneficiosa. Los diseñadores industriales son actores estratégicos en el proceso de innovación al hacer posible que las ofertas empresariales sean funcionales, usables, asequibles, accesibles, entendibles, memorables, agradables, seguras, competitivas, en suma, que sean aceptadas por las personas.

Sin embargo, la falta de validación del Diseño Industrial en la sociedad muchas veces le genera algunos problemas con otras profesiones. A veces, desde otras disciplinas se afirma que el Diseño Industrial lo que hace son cajitas, carcazas o maquillajes a productos técnicos. Y este gran mal entendido es un asunto esencialmente cultural. Por ejemplo, si un diseñador industrial hiciese un teléfono y ese elemento no tuviese dentro una placa de circuitos, cuando un usuario lo tome simplemente diría que el teléfono no funciona, pero en ningún momento va a decir que no es un teléfono. Por el contrario, si uno muestra la placa de circuitos del teléfono a un usuario, probablemente éste no va a saber qué es. Por lo tanto, los diseñadores no hacen la cáscara de la cosa, hacen la cosa, y si funciona o no, es asunto de la técnica. El trabajo del Diseño Industrial no es de cosmética ni de cubrir con carcazas de plásticos o de madera los principios activos de la tecnología, el diseñador industrial desarrolla el elemento comunicante en sí, el producto industrial que finalmente es un elemento de la comunicación. Y un producto industrial comunica, más o menos, según el desarrollo que tenga. Eso es lo que va a hacer que las personas finalmente lo compren o no, si las personas entran en empatía con el producto, es más probable que lo compren. Y todo esto es lo que el empresario dominicano debe tener muy en cuenta como valor generado por el Diseño Industrial.

De la definición de Diseño Industrial podemos inferir el rol y el compromiso que puede tener la disciplina en nuestro contexto dominicano. Por una parte, el Diseño Industrial está destinado a contribuir en la solución de los problemas de la sociedad a través de la generación de productos mejor diseñados que satisfagan mejor las necesidades humanas y que consigan un mayor grado de bienestar porque reducen las agresiones físicas ambientales y porque precisan de menores esfuerzos físicos y mentales para dominar el medio, lo cual repercute -de buena manera- en la llamada ‘calidad de vida’ (por ello, diseño y calidad de vida están íntimamente unidos). En ese sentido, problemas de la vida cotidiana de un colectivo, sociedad o del país en general (como pueden ser: seguridad, salud, educación, vivienda, transporte, deporte, comunicaciones, turismo, entre muchos otros), pueden encontrar un gran punto de alivio y posterior desarrollo en las respuestas que ofrece el Diseño Industrial.

La historia y el presente de los países que se han apoderado del Diseño Industrial, lo han considerado como una herramienta para promover el crecimiento económico mediante el diseño de productos que dan respuesta a los problemas reales de sus sociedades, y que, además, son fabricados localmente. El Diseño Industrial como política de desarrollo permite disminuir las importaciones y concede una mayor autonomía por parte de quien la aplica, lo que permite, a su vez, diversificar la propia producción.

Por otra parte, el Diseño Industrial es un factor estratégico clave para el éxito de las empresas, cuya gestión permite aumentar su desempeño y competitividad. Bajo una buena comprensión, el Diseño Industrial está directamente relacionado con las estrategias empresariales ya que, éste tiene su campo de acción dentro de las empresas y su objetivo dentro de éstas es el de impulsar la innovación, la calidad y la competitividad enmarcado en las relaciones comerciales y la sana economía de mercado. En el actual mercado globalizado, sabemos que toda empresa (de cualquier ámbito y magnitud) tiene un objetivo primordial: pervivir y ser competitiva, y es aquí justamente donde el Diseño Industrial permite la diferenciación al dotar a los productos de valores simbólicos, funcionales y estéticos que se reflejan en la calidad y en la eficiente adaptación al uso, permitiéndole a las empresas ser competitivas al ofrecer las mejores soluciones a la sociedad para la cual trabaja.

En la actualidad, los costos, los tiempos de desarrollo, la calidad y la innovación son los aspectos claves de la competitividad de las empresas, y gestionando el Diseño Industrial es posible conseguir esto. Por ello, la gestión del diseño se convierte en una práctica necesaria para todas aquellas empresas que desean ser competitivas. Al respecto, Ivañez (2000), aclara que “el objeto principal de la Gestión Estratégica del Diseño dentro de las empresas es el sistema producto: el conjunto integrado por productos, servicios y comunicaciones constitutivos de la oferta de la empresa”. Con ello queda claro que las empresas no solo deben ofrecer productos, sino también, servicios y experiencias que, en suma, constituyen un sistema de valores para las personas. La Gestión Estratégica del Diseño va más allá de lo procedimental, y se centra en los diversos elementos con los cuales las personas tienen contacto o interactúan con la empresa.

Dentro de las empresas dominicanas, el Diseño Industrial puede aportar actuando en tres áreas estratégicas: A) puede racionalizar los procesos productivos, además de diversificar la oferta de productos a partir de la tecnología disponible; B) puede aumentar la calidad y los valores formales de los productos a través de ventajas funcionales, estéticas o culturales; y C) puede favorecer la adquisición de los productos a través del programa integrado de marketing de las empresas.

En esencia, el Diseño Industrial es -básicamente- un instrumento de competitividad para las empresas, y sobre todo para las pequeñas empresas dominicanas, que pueden innovar especializando y dotando de valor creciente a sus productos y a las propias empresas, además de permitirles hacer frente a la creciente competencia del mercado globalizado. Por todo ello, lograr un Diseño Industrial adecuado tiene que ser la preocupación del sector empresarial y un factor principal para el desarrollo de la economía nacional. La República Dominicana cuenta con los bienes de capital, las materias primas y los componentes necesarios para la producción local. Las contribuciones que puede dar el Diseño Industrial permitirían que el país pase de una etapa imitativa y deficiente, a la producción de una cultura material con identidad propia y altamente competitiva (con miras a la exportación masiva).

Por último, el Diseño Industrial tiene un gran compromiso con la cultura. La disciplina está orientada a dotar de recursos materiales a las sociedades dominicanas para que puedan satisfacer las necesidades en términos económicos y medioambientales. Bajo la buena comprensión, el Diseño Industrial no sólo puede mejorar de forma considerable la vida de los más necesitados, también (básicamente a largo plazo), puede proporcionar las bases fundamentales sobre las que se pueden construir las economías locales. Por lo tanto, el Diseño Industrial es el factor para la adaptación de las tecnologías disponibles, y el factor crítico del intercambio cultural y económico dentro del mercado global. En concreto, la práctica del Diseño Industrial contribuiría en el mejoramiento de la sostenibilidad y la protección ambiental en la República Dominicana; ofrecería posibilidades de desarrollo y mejoramiento a los diversos actores de la sociedad (usuarios, productores y demás agentes del mercado involucrados); aportaría a la identidad nacional dentro del mercado global y ofrecería productos adaptados a la idiosincrasia dominicana.

Al presente, muchos líderes políticos y empresariales de los países que ostentan altos niveles de desarrollo ya se han preparado para un competitivo mercado de innovación al aceptar el destacado rol que tiene el Diseño Industrial para sus economías haciendo de éste un elemento central de sus actividades tecnológicas y comerciales. Podemos ilustrar el rol estratégico del Diseño Industrial para el aporte social al mencionar el caso de Europa en ruinas en el período de la posguerra (a mediados del siglo pasado), ésta incluyó al Diseño Industrial dentro de sus políticas de desarrollo con el objetivo de crear objetos para una sociedad precaria producto de los desastres de la guerra y para potenciar la competitividad de las nuevas empresas que comenzaban a crearse, todo ello con miras al desarrollo social y el progreso. En ese momento, y con los recursos económicos necesarios, Europa debía emprender una tarea poco común: empezar de cero en el delineamiento de una nueva sociedad. Ese propósito social, sería una de las primeras manifestaciones de la valoración del diseño, pues las ciudades y los hogares por reconstruir, necesitaban de todas las expresiones propias del diseño, entre otras: la arquitectura industrializada, los espacios flexibles y simbólicos, los muebles versátiles, modulares o plegables, entre muchos otros. 

Con el crecimiento poblacional, y con la idea de progreso, los muebles, los electrodomésticos y en general todos los artefactos, pasaron a ser parte de la reconstrucción de los hogares, que incrementaron la demanda de objetos industriales adaptados a esas exigencias. La valoración social del diseño en Europa, estuvo basada en los ideales de una sociedad dispuesta a reedificarse a sí misma. El Diseño Industrial, se convertiría en la manifestación más adecuada para la materialización de una cultura, con una idea de bienestar social por fundar.

Las historias foráneas nos muestran que las políticas destinadas a superar las crisis hacen hincapié -entre otras cosas- en el Diseño Industrial como parte de la innovación tecnológica, y esta relación entre innovación tecnológica y diseño, convierte al Diseño Industrial en un elemento clave para la política industrial.

En conclusión, con las ideas de Carrillo, Manrique y Paredes (2016), podemos establecer las potencialidades del Diseño Industrial en las empresas dominicanas precisando que éste -en la empresa- puede mejorar la identidad de la marca, crear una ventaja competitiva, aumentar las ventas como consecuencia directa de la aplicación del diseño, lograr el retorno de la inversión económica destinada a un nuevo diseño (entre 1 y 3 años), permite vender a un precio más alto, aumenta el nivel de exportación y ayuda a acceder a nuevos mercados; asimismo, el Diseño Industrial -en el producto- mejora la imagen de éste, se percibe al producto con mayores beneficios, genera una diferenciación del producto en el mercado, mejora la metodología de concepción de productos y mejora su calidad; por último -en las personas- el Diseño Industrial impacta positivamente en su satisfacción, ya que éste obtiene atributos diferenciales y se mejora la fidelidad con la marca.

Para lograr el desarrollo al cual apunta la República Dominicana, el Diseño Industrial debe ser un factor de peso en las estrategias empresariales, es decir, debe asumirse el pensamiento proyectual de manera estructural y se debe, ante todo, gestionar el proceso de diseño de manera integral, lo que implica -como punto de partida- darle un lugar relevante en la visión de las empresas.

Una mirada al futuro del diseño industrial de la República Dominicana.

Lo divisado hasta ahora, aunque es un panorama descriptivo y provisorio del Diseño Industrial en la República Dominicana, nos permite plantear escenarios prospectivos para nutrir la cultura de diseño a la cual apuntamos.

En la actualidad, la República Dominicana está dentro de un proceso de crecimiento y modernización que comenzó hace décadas y ha generado cambios en la sociedad. El país empezó a alejarse del modelo tradicional agrario y pecuario, y ha llegado a transformarse en una sociedad urbana basada en una economía -principalmente- de servicios. No obstante, el historiador dominicano Frank Moya (2019) indica que el país "se presenta hoy como una sociedad dual, que se ha modernizado rápidamente en muchísimos aspectos, pero que mantiene todavía ciertas formas de vida pertenecientes a la sociedad rural de la que proviene". La República Dominicana muestra la modernización que ha alcanzado en casi todos los ámbitos, lo que se evidencia en el crecimiento de la clase media y en la reducción de la pobreza. Sin embargo, ese proceso de transformación que ha producido esos logros, también ha causado serias deudas sociales y ecológicas. Por ello, el historiador ha dejado claro que el país tiene ante sí el reto de regular el cambio, o reencauzarlo, para que todos los habitantes puedan aprovecharlo, además, aclara que la realidad tiene una estructura y una dinámica que es independiente de nuestra voluntad, por lo cual, no podemos eludir la dinámica del cambio.

Ante tales sentencias, es evidente que la República Dominicana debe dirigirse hacia una transformación productiva que sea inclusiva y sostenible, considerando a los diversos sectores económicos, sociales y el impacto ambiental. Y dentro de ese contexto de cambio el Diseño Industrial, sin duda alguna, tiene un rol clave para que esa transformación sea eficiente.

Para iniciar el cambio debemos reconocer que la actual dinámica económica y la actual cultura de diseño de la República Dominicana no son sostenibles. El gran reto que tenemos está en “transformar la matriz productiva y buscar la forma de que una economía pequeña –como esta– sea competitiva internacionalmente. No basta la apertura económica per se. Para ello, se debe apostar por la innovación, con un uso más racional de los recursos naturales” (Friedrich-Ebert-Stiftung [FES] 2021, p. 15). Para lograr la transformación social-ecológica del sistema productivo, el país debe asumir el desafío estratégico de “Consolidar un sistema eficiente de ciencia, innovación y tecnología que fomente el aprendizaje tecnológico y coadyuve a reducir los daños ambientales” (FES, 2021, p.15). Y es justamente ahí donde el Diseño Industrial debe estar listo para desempeñar su papel ya que es la disciplina encargada de impulsar la innovación.

Por ello, el crecimiento social y económico de la República Dominicana tiene que apoyarse -entre otras cosas- en competencias creativas y de innovación. Para la transformación, las empresas dominicanas tienen que fundamentarse estratégicamente en el diseño. Ello no sólo reportará un enorme beneficio cultural y económico al país, sino que, además, incrementará la competitividad y podrá llevar al país a una posición líder en la región y el mundo.

El Diseño Industrial, por tanto, debe estar fortalecido para coadyuvar en la transformación del país. Así, las miradas que hasta el momento le hemos dado al Diseño Industrial en la República Dominicana nos permiten proponer (inspirados en las ideas de Bonsiepe, 1999) los fundamentos o lineamientos que desde ahora debemos comenzar a materializar para consolidar la cultura ideal y pertinente de Diseño Industrial dominicano. En tal sentido, una ideal cultura dominicana de diseño se caracterizaría por lo siguiente:

  • El Diseño Industrial se gestiona de manera estratégica para impulsar la innovación de las empresas públicas y privadas del país. Bajo ese contexto, el diseño se ejerce con un enfoque sistémico y multidisciplinar. Del mismo modo, el diseño está atado al desarrollo industrial haciendo hincapié en el desarrollo social y honrando continuamente su compromiso hacia la preservación del medio ambiente.

  • El Diseño Industrial empatiza con todos los sectores o grupos sociales del país y está incorporado en la mayoría de las empresas como parte de la innovación. Quienes ejercen la disciplina tienen un perfil de ‘diseñador-emprendedor’ y su práctica también se realiza en las micro y pequeñas empresas no solo del sector manufacturero, sino también, del sector comercio y servicios. El Diseño Industrial desarrolla sus demás áreas de acción estratégica (además del diseño de productos) y también desarrolla el diseño de conceptos de negocio (porque no se ciñe únicamente a diseñar mejores productos o mejores procesos, sino que diseña modelos de negocio totalmente nuevos) con lo cual se aprovechan las reales potencialidades en el sector industrial y en la sociedad.

  • El Diseño Industrial es una Política de Estado que, al formar parte de las estrategias centrales del país, gestiona el impulso de la innovación, además, el propio Estado promueve al diseño en el escenario local e internacional (por ejemplo, a través de concursos, congresos, ferias, etc.).

  • El Diseño Industrial es un tema central de investigación (académica y profesional) que produce conocimiento específico para nutrir a la práctica y a la enseñanza de la disciplina.

  • El Diseño Industrial se enseña en numerosas instituciones de educación con ofertas educativas diferenciadas, con infraestructura adecuada y trabaja en conjunto con el sector industrial para la solución de los problemas asociados a los bienes y servicios destinados al bienestar de la sociedad. Además, la enseñanza en diseño abarca a los niveles de educación básica y media.

  • El Diseño Industrial se posiciona sobre la base de una identidad o discurso proyectual propio que le permite ejercer una práctica local y global de manera competitiva y efectiva. Además, su discurso proyectual es amplio y sencillo, y se manifiesta o divulga en diversos formatos y plataformas (el Diseño Industrial es un tema central de las discusiones sociales).

Tales hitos de una ideal cultura de diseño deben verse como un escenario prospectivo para ser considerado en el fortalecimiento del Diseño Industrial dominicano. El diseño -por naturaleza- se enmarca en la práctica concurrente, por lo cual, distintos puntos de vista siempre son necesarios para la consolidación de la disciplina. Reiteramos el Perspectivismo, con lo cual, creemos que la cultura de Diseño Industrial se construye a partir de enfoques diferentes y, con base en nuestra experiencia y constante exploración, aportamos una imagen del futuro del Diseño Industrial en la República Dominicana.

A modo de conclusión, no pretendemos dejar dictámenes o ideas muy profundas sobre el tema. El ensayo queda abierto ya que el diseño -por naturaleza- es inconcluso, es decir, siempre está en una continua evolución para poder adaptarse a los nuevos contextos que van surgiendo. En nuestro símil, hemos retratado una imagen provisoria del Diseño Industrial dominicano cuyo significado se puede interpretar como un mapa que nos muestra el punto de partida y el de llegada de un viaje, por lo cual, nos corresponde a todos los involucrados trazar el camino más eficiente y comenzar la travesía que nos dejará con una sólida y clara identidad de diseño.

Aunque la mirada contemporánea al Diseño Industrial de la República Dominicana pueda parecer un panorama adverso, realmente no lo es. El diseño -en su misma naturaleza- no es estéril. Ontológicamente todo lo que está relacionado con el diseño es fértil, en consecuencia, entendemos que el sentido del presente está en su utilidad futura como referencia para la construcción. Y para construir lo más sensato es proyectar. Por ello, cuando vemos el actual panorama con los propios lentes del diseño, resulta que estamos frente a una oportunidad dorada que nos invita a la proyectación de un nuevo escenario, en otras palabras, el Diseño Industrial contemporáneo de la República Dominicana se encuentra en una etapa temprana de conceptualización que está encauzada hacia el futuro.

Proyectar es imaginar el futuro, en nuestro caso, vislumbrar al Diseño Industrial dominicano, o bien, predecir la interacción que tendrán las personas con su entorno, sus relaciones interpersonales, su forma de vida o sus posibilidades, nos lleva a imaginar un sistema de creencias que, como ya mencionamos, es lo que nos permite aproximarnos al mundo, interactuar con él y desarrollarnos.

Es así que, de todo lo precedente, lo que se debe subrayar es que la identidad de diseño es un sistema de creencias compartido el cual nos permite una mejor relación social dándonos una identificación, diferenciación y un sentido de pertenencia que nos da un lugar en la vida. La República Dominicana debe ser diseñada.


Referencias

  1. - Bonsiepe, G. (1999). Del objeto a la interfase. Mutaciones del diseño. Ediciones Infinito.
  2. - Bonsiepe, G. y Fernández, S. (Eds.). (2008). Historia del diseño en América Latina y el Caribe: Industrialización y comunicación visual para la autonomía. Editora Blücher.
  3. - Carrillo, N., Manrique, A. y Paredes, S. (2016). Checking Design. Pontificia Universidad Javeriana.
  4. - Diagnóstico Nacional de Innovación. (2020). Oficina Nacional de Estadística
  5. https://web.one.gob.do/media/yz4bvcdi/11diagnostico-nacional-de-innovacion-para-rd.pdf
  6. - Flusser, V. (1990). Hacia una filosofía de la fotografía. Editorial Trillas.
  7. - Friedrich-Ebert-Stiftung. (2021). República Dominicana. No basta con crecer. Icoimagen.
  8. https://fes-transformacion.fes.de/fileadmin/user_upload/15_ebook_RepDom_final.pdf
  9. - Moya, F. (2019). La República Dominicana: modernización y cambios. En Manuel Gil (Director). 78ª edición de la Feria del Libro de Madrid. Conferencia inaugural llevada a cabo en Madrid, España.

Primeros indicios.

La mente humana siempre está procesando cosas. Una de esas cosas es nuestra experiencia con los eventos cotidianos de la vida: un encuentro con alguien, ver una película, asistir a una conferencia, comprar un producto, leer un libro, sentarse en una silla, en fin, cuando interactuamos con algo siempre trataremos de significarlo o comprenderlo y, para ello, nuestro cerebro simplificará la experiencia con el evento a través de una imagen conceptual o física. Ello quiere decir que toda experiencia que tenemos en nuestro entorno -de existencia ideal o real- nos genera una imagen mental que la representa.

En ese sentido, los objetos que habitan nuestro entorno -con los cuales hemos interactuado e incluso con aquellos que no, pero que sabemos de su existencia- generan en nosotros una imagen que nos permite analizarlos, explicarlos y, en algunos casos, proyectar nuevos objetos.

La imagen que se nos genera al evocar un objeto es una afirmación o reconocimiento - originalmente individual- de ese objeto. Al generarse en nosotros la imagen de un objeto, lo que ocurre es nuestra aceptación sobre todo lo que significa ese objeto (su forma, sus colores, sus materiales, su función, su uso, su desempeño, su historia, su valor, entre otros), entonces, la imagen que tenemos de un objeto es la creencia que tenemos sobre él. Y nuestro sistema de creencias es lo que nos permite aproximarnos al mundo, interactuar con él y desarrollarnos.

Las imágenes, entonces, “son mediaciones entre el hombre y el mundo (…) tienen la finalidad de hacer que el mundo sea accesible e imaginable para el hombre” (Flusser, 1990, p. 12), ello quiere decir que las imágenes son como un plano o mapa que muestran escenas o situaciones relacionadas con una realidad que, en algunos casos, nos permiten conocer un contexto determinado para trazar de manera planificada actividades futuras. Las imágenes están cargadas de significados sobre “algo” y, como tal, encuentran su sentido a través de la interpretación de quien la observa.

Reconocer los objetos que nos rodean o pensar en ellos nos genera una imagen de ellos mismos. Analizar y explicar esa imagen nos permite determinar si tales objetos se corresponden con nuestros intereses sociales, con nuestras necesidades e idiosincrasia, y en el mejor de los casos, tener una imagen clara de nuestra cultura material nos permite transformarla para la correspondencia y el beneficio social.

En ese sentido, el presente ensayo está concebido como un símil fotográfico que busca retratar una imagen del Diseño Industrial dominicano desde un punto de vista cualitativo. Creemos, bajo el Perspectivismo, que la realidad del Diseño Industrial dominicano es una realidad heterogénea, es decir, hay muchas imágenes que integran la totalidad del diseño en el país. Las líneas que prosiguen son, entonces, un punto de vista o una mirada superficial que pretende mostrar una imagen esbozada del diseño industrial que se percibe en el país bajo el lente de la inmediatez y la cotidianidad de la disciplina y de los objetos de diseño disponibles y accesibles en el entorno dominicano, todo ello con el objetivo de reconocer al diseño para poder transformarlo.

Para proyectar cualquier futuro debemos analizar y explicar tanto el presente como el pasado. Esa máxima tiene mayor sentido en las sociedades que han declarado su proceso de industrialización en pro del desarrollo social y económico. La mejor manera de crear una nueva y mejor sociedad es proyectándola, y desde el punto de vista que nos atañe, proyectar una cultura material endógena requiere, en primera instancia, la comprensión de la práctica contemporánea del Diseño Industrial, también, precisa aclarar cuáles son las potencialidades del Diseño Industrial en la sociedad y la industria para, finalmente, proponer algunos lineamientos que le permitan al Diseño Industrial coadyuvar al desarrollo de la República Dominicana. Esa, por lo tanto, es la esencia de establecer una imagen del Diseño Industrial dominicano.

Una mirada al Diseño Industrial contemporáneo de la República Dominicana.

Los orígenes del Diseño Industrial no son precisos, no obstante, muchos diseñadores coinciden en que sus inicios se remontan a la Revolución Industrial que comenzó en Gran Bretaña a mediados del siglo XVIII, y que anunció la era de la industrialización en el mundo, naciendo el Diseño Industrial como una respuesta a los problemas planteados por la producción industrial de ese entonces.

A mediados del siglo XX (como una suerte de antesala al mundo posmoderno) se produjeron significativos cambios en los ámbitos políticos, sociales, tecnológicos y culturales, que incidieron en la práctica de las disciplinas proyectuales. En tal sentido, el interés por los materiales, las tecnologías y los procesos enfocados en el desarrollo industrial y de la sociedad de consumo, comenzaron a desplazar a las viejas formas artísticas de concepción, a la vez que fortalecían a la figura del diseñador como agente de creación industrial y cultural.

En ese entonces, la lógica de la producción comienza a imponerse y las actividades asociadas al marketing (promoción y publicidad) inician su desarrollo al servicio de esos discursos. El diseño encuentra un gran campo de acción en esa lógica debido, entre otras cosas, a la necesidad de planificar, de pronosticar la evolución de las demandas y, sobre todo, a la imperiosa creación de nuevas formas con mayor calidad estética o, por lo menos, más atractivas para incitar al consumo. Ese escenario incitó la demanda por parte de las empresas de especialistas en diseño para darle forma a los nuevos productos y establecer las relaciones comerciales con los mercados.

Latinoamérica -a pesar de sus vaivenes políticos, de su errada administración de los recursos y sus altos niveles de pobreza- a su manera también entró en esa lógica de producción calcando los modelos de desarrollo industrial de los países centrales con un fuerte discurso hacia la generación de empleo y el rédito. El diseño -que es parte del discurso de la innovación- escasamente se aplicaba en algunas industrias y también respondía al styling del momento.

En el entorno local, la historia del Diseño Industrial en la República Dominicana realmente es parte de un contexto general, aunque se puede afirmar que a mediados de los años 60 y después de la caída de la dictadura, es cuando hay apertura -al menos- al desarrollo de productos industriales[1].

En ese sentido, podríamos hablar de una historia latinoamericana del diseño que contiene rasgos y actividades comunes que, en suma, nos permiten entender el devenir de la práctica del Diseño Industrial en la República Dominicana. Tal como lo comentan Bonsiepe y Fernández (2008) “entre los países de América Latina y el Caribe existen ciertas similitudes y afinidades estructurales que permiten integrar en un solo trabajo los antecedentes de diseño. La mirada local, a veces, desconoce esa historia que compartimos”. Los autores expresan sus ideas partiendo de una hipótesis que procura verificar que en la década del ’60 (caracterizada por la promoción de la actividad industrial nacional y por políticas de Industrialización por Sustitución de Importaciones -ISI-, determinadas por la macroeconomía), en los países de América Latina en general, el diseño (en las especialidades de industrial y gráfico) formó parte de algunas políticas nacionales de desarrollo, donde la industrialización y la comunicación fueron asistidas orgánicamente por estas disciplinas, quedando ese proceso abierto y en algunos países quedó truncado.

En otras palabras, en la República Dominicana la creación de productos estuvo promovida y condicionada por la lógica de producción de aquel entonces (dentro de las políticas desarrollo) y, como parte del proceso de industrialización quedó abierta, aunque se quedó estancada -principalmente- en una dimensión decorativa o de ‘formalismo-estético’.

Fue a mediados de los años 80 cuando el INTEC, a través de su Centro de Investigación del Diseño, impulsó la profesionalización del Diseño Industrial para convertirse en la disciplina tal como la conocemos hoy en día.

En la actualidad, el Diseño Industrial en la República Dominicana se reconoce como una disciplina relativamente nueva donde la “cultura de diseño” apenas se encuentra en una fase embrionaria. Siendo ‘la falta de políticas contundentes y concertadas’ la principal característica que define al Diseño Industrial dominicano.

En ese sentido, aunque existen algunas políticas a través del diseño, políticas de diseño y políticas para el diseño que, en suma, conforman una “cultura de diseño industrial dominicano”, éstas constituyen más esfuerzos aislados que piezas clave dentro de una política integral de Diseño Industrial.

Efectivamente, en relación a las políticas a través del diseño, en las empresas dominicanas es prácticamente invisible la gestión estratégica de Diseño Industrial y los enfoques hacia el diseño de productos con altos compromisos al desarrollo social y la sostenibilidad medioambiental no parecen ser la prioridad en la práctica empresarial. De hecho, en las empresas dominicanas son poco comunes las inversiones en I+D al punto que más de un 60% de las empresas han declarado no invertir en diseño de productos (Oficina Nacional de Estadística, 2020).

En relación a las políticas de diseño, los diseñadores industriales -a nivel general- son subvalorados por las empresas dominicanas (de los distintos sectores económicos) en relación a sus competencias y aportes, siendo común que se les contrate para trabajos de desarrollo técnico muy particulares como el modelado 3D o la realización de planimetrías de algún objeto o pieza en particular, por ejemplo. Incluso, algunos diseñadores industriales asumen empleos en áreas que, si bien son afines, no son de su entera competencia, como el diseño gráfico (por ejemplo, diseñando logos, sitios web, entre otros) o realizan actividades ligadas al diseño interior; las empresas o estudios profesionales que se dedican al diseño y desarrollo de productos -o que ofrecen tales servicios- son escasos; por otro lado, en diversos estudios profesionales de arquitectura y/o de diseño interior -que están mejor consolidados en el país- el Diseño Industrial se asume como un complemento o servicio extra de tales trabajos; asimismo, no existe un gremio particular de diseñadores industriales dominicanos que ampare, regule y establezca las condiciones adecuadas para la práctica de la profesión.

Y en relación a las políticas para el diseño, si bien existe un reconocimiento y consideración del Diseño Industrial en la agenda gubernamental del país, la disciplina es entendida -básicamente- bajo el enfoque tradicional que se centra en la optimización de la producción y en el desarrollo técnico de productos; a nivel de enseñanza, el país tiene altos estándares en la formación además de constantes y pertinentes ajustes en los programas académicos, sin embargo, la oferta institucional es poca, y a nivel de posgrado es prácticamente inexistente; la experimentación en las áreas propias del diseño -e incluso con las que está relacionado- no es prolífica, a la par, se generan interesantes propuestas pero en muchos casos no superan la etapa conceptual del proceso de diseño.

Tal vez, el quid de la embrionaria cultura de Diseño Industrial en la República Dominicana se deba a las diversas opiniones equivocadas que tanto los dominicanos, el sector industrial, los gobernantes y -penosamente- algunos diseñadores tienen sobre el término, repercutiendo así en la subvaloración de la disciplina. En el país existe una fuerte creencia que entiende al Diseño Industrial como una actividad ligada fundamentalmente a la decoración y claramente unida al concepto de buen gusto. Popularmente se entiende al diseño como un elemento cosmético que está al servicio de las clases sociales más pudientes, que lo usan para embellecer sus entornos o sus vidas.

Por otra parte, muchos dueños de empresas o los encargados de las estrategias empresariales consideran al Diseño Industrial como una actividad puramente de dibujo y como un servicio costoso. Además de ello, creen que el diseño no está preparado para resolver los problemas de fabricación o innovación de sus industrias. No es un secreto que el sector industrial dominicano (aun estando en sus mejores momentos) no ha hecho uso del Diseño Industrial por las erróneas concepciones que se tienen de éste; para muchos industriales es mejor y más barato copiar los diseños de otros países que diseñar localmente. Basta con observar las diversas ofertas de productos que se encuentran en las principales tiendas o cadenas de distribución y venta del país para darse cuenta que el volumen de productos en los cuales interviene el Diseño Industrial dominicano es extremadamente bajo, y en algunas áreas de desarrollo simplemente no existe. Igualmente, se cree que el Diseño Industrial solamente le sirve al sector manufacturero (a la producción de bienes o productos terminados), y no se comprenden las potencialidades que tiene para los sectores de servicios y comercio (que representan un buen porcentaje de las empresas del país).

Muchos empresarios centran sus discursos y planes industriales únicamente en la reducción de los costos, en la maximización de las utilidades o en el mejoramiento de los procesos productivos dejando en última instancia -o incluso no considerando- a la innovación y, además, culpan a las políticas estatales, a las desventajas tecnológicas de nuestro entorno o a la entrada indiscriminada de productos foráneos de ser los causantes del bajo desempeño de sus actividades y productos[1], no obstante, algunos no se preguntan por qué sus productos son poco atrayentes y tienen bajo valor frente al consumidor dominicano. Por ello vale preguntarse ¿de qué sirve producir bien y en grandes cantidades si el producto finalmente no se vende y no es competitivo en el mercado nacional y extranjero?

Normalmente, el empresario de nuestra región, es más un comerciante que un emprendedor, es bastante difícil que emprenda acciones y que se la juegue por una idea, por lo general no hace experimentos.

Muchas veces cuando el consumidor dominicano está frente a una vitrina descarta al producto local debido a la obsolescencia de sus formas o materiales, debido a las pocas prestaciones que ofrece o debido a que éste no se adapta a sus necesidades y,  en contraposición, prefiere el producto foráneo ya que (si bien no tiene mucho que ver con su idiosincrasia, con su entorno inmediato y es más costoso) le ofrece mejores valores estéticos y simbólicos, mejores prestaciones y resuelve mejor sus necesidades, es decir, el producto está mejor diseñado que el producto local (a pesar que el producto local puede estar mejor producido que el foráneo -como ocurre en algunos casos-).

En el país estamos rodeados de muchos productos foráneos (europeos, chinos, taiwaneses, americanos…), que no han sido creados en función de los intereses dominicanos o de la realidad cultural, pero son consumidos porque son bienes que solucionan problemas o aspiraciones para las personas. La publicidad y la costumbre nos han bombardeado con una suerte de consumismo que nos permite lograr ciertas metas. Toda esa importación foránea de ideas o ideologías es la que hace que buena parte de la empresa dominicana simplemente se limite a copiar lo externo y a venderlo. Si las personas de nuestras comunidades no logran entender que existe una cultura propia, y que ésta es capaz de manifestarse en formas, el Diseño Industrial nunca va a ser aceptado como un fenómeno industrial, sino que va a ser apreciado como un fenómeno cultural sólo de ciertos grupos sociales que son quienes pueden comprar el Diseño.

Todo lo anterior nos habla de una identidad de diseño que -paradójicamente- está bastante clara, es decir, ahí están las creencias sobre el Diseño Industrial dominicano, ahí están los símbolos, los comportamientos, las costumbres, los valores asociados al diseño de productos, eso es un hecho. No obstante, esa identidad no es propia y no genera sentimientos de pertenencia. La actual identidad de diseño dominicano no es un espacio común que nos permita (re)conocernos porque no incita al diálogo interno que nos hace crecer: ¿cuáles son nuestros problemas? ¿con qué formas los podríamos solucionar? ¿con qué y cómo producimos esas soluciones? ¿cómo aplicamos esas soluciones? ¿qué hacemos con esas soluciones luego que cumplan su cometido? ¿podemos probar otras soluciones?

La identidad puede entenderse como una fuerza integradora que permite la identificación (quiénes somos) y la diferenciación (cómo somos ante los demás). En la República Dominicana existe un fuerte deseo por establecer la identidad nacional, no solo por ese (re)conocimiento social, sino también porque se ha entendido como algo necesario para la competitividad global en la cual ya está inmersa el país. Hay una válida preocupación por generar una cultura material con identidad propia porque, tal como lo señala Bonsiepe (1999), “la búsqueda de una identidad está motivada por el deseo de autonomía, es decir de poder, para determinar el propio futuro” (p. 20).

Sin embargo, algunos loables intentos que ciertos diseñadores dominicanos hacen en pro de la identidad, tal vez no estén apuntando en la dirección correcta. Según las ideas del mismo Bonsiepe (1999), la identidad no es un tesoro escondido en alguna parte de los estratos profundos de un alma dominicana. Algunos de los objetos propuestos hasta ahora, están dirigidos a encontrar una identidad dominicana en el pasado, a revitalizar los códigos formales regionales, a redescubrir elementos estilísticos precolombinos y a aplicarlos al Diseño Industrial. Al autor ello le parece una empresa inútil y equívoca, porque la identidad no yace en el pasado, sino que debe ser creada. Por ejemplo, no es imaginable para él realizar una calculadora electrónica o un instrumento quirúrgico en aleación de acero (es decir, un nuevo producto) con los elementos formales de la cultura Taína[1]. Culmina sus ideas aclarando que la nostalgia no es un instrumento eficiente para prepararse para el futuro. Y es que, contrariamente a lo que muchos pueden pensar, la identidad de diseño no está en los objetos, sino en la manera como la sociedad los concibe, les da forma y los produce.

Como conclusión de este apartado, lo esbozado nos muestra una imagen alterada del Diseño Industrial dominicano que no se corresponde con los ideales de desarrollo que tenemos todos los involucrados en la construcción de la cultura material dominicana. Cuando se comprenda el verdadero sentido del Diseño Industrial, cuando se establezcan políticas claras relacionadas al diseño y cuando se comprenda que su consolidación como herramienta clave para el desarrollo social e industrial no depende exclusivamente de los propios (y pocos) diseñadores industriales dominicanos, en ese momento la embrionaria y difusa cultura de diseño comenzará a perfilar su identidad y, una vez que sea así, lo que sigue es transitar el bienestar y el progreso.

Una mirada a las potencialidades del diseño industrial en la República Dominicana.

La idea de potencialidad se enmarca en aquello que es posible, en producir efectos, en capacidades generativas o en posibilidades. Ante esa idea la pregunta clave de este apartado es ¿qué puede hacer el Diseño Industrial por la República Dominicana?

(29ª Asamblea General del ICSID, Gwangju (Corea del Sur), celebrada los días 17 y 18 de octubre de 2015. Photo by Greg Samborski. Fuente: https://wdo.org/programmes/world-design-assembly/29th-general-assembly-photo-gallery/)

La respuesta se encuentra en la esencia de la disciplina, por lo cual, es necesario aclarar qué es el Diseño Industrial para comprender sus potencialidades. Definir a una profesión relativamente joven como el Diseño no es cosa sencilla. Creemos que existen tantas definiciones de diseño como diseñadores hay en el mundo, pues cada quien -como corresponde- interpreta a la profesión según su propia experiencia y punto de vista. No obstante, recurrimos a la definición de la Organización Mundial de Diseño (WDO - World Design Organization)[1], una organización sin fines de lucro con sede en Canadá que desde mediados del siglo pasado se presenta como la voz internacional del Diseño Industrial con el objetivo de defender, promover y compartir el conocimiento de la innovación impulsada por la disciplina para crear un mundo mejor. Desde sus inicios la Organización ha establecido una serie de proposiciones con el objetivo de delimitar conceptualmente al Diseño Industrial como una manera unívoca y precisa de comprender a la disciplina para facilitar su práctica a nivel mundial. En la 29ª Asamblea General de la Organización celebrada en octubre del 2015 en Gwangju (Corea del Sur), el ‘Comité de Práctica Profesional’ dio a conocer una definición renovada de Diseño Industrial de la siguiente manera[2]:

“El diseño industrial es un proceso estratégico de resolución de problemas que impulsa la innovación, construye el éxito comercial y conduce a una mejor calidad de vida a través de productos, sistemas, servicios y experiencias innovadoras. El Diseño Industrial tiende un puente entre ‘lo que es’ y lo que ‘es posible’. Es una profesión transdisciplinaria que aprovecha la creatividad para resolver problemas y cocrear soluciones con la intención de mejorar un producto, sistema, servicio, experiencia o negocio. En esencia, el diseño industrial ofrece una forma más optimista de ver el futuro al reformular los problemas como oportunidades. Vincula la innovación, la tecnología, la investigación, los negocios y a los clientes para proporcionar un nuevo valor y una ventaja competitiva en las esferas económica, social y ambiental.”

La definición aclara que el Diseño Industrial es mucho más que una mera herramienta para crear solamente productos u objetos. Hoy también se entiende como un proceso estratégico empresarial cuyo objetivo es concretar las innovaciones para lograr el éxito y la competitividad de las empresas, al mismo tiempo que mejora la calidad de vida de las personas. Desde otro ángulo, el Diseño Industrial es uno de los elementos principales que conecta a las empresas con las personas, es el vínculo o punto de contacto entre lo que es -u ofrece- la empresa y la vida de las personas.

En ese sentido, una empresa de cualquier sector económico desarrollará una determinada oferta y pretenderá ofrecerla en su mercado con las mejores expectativas de éxito. El Diseño Industrial propondrá la mejor alternativa posible -a través de la conceptualización de un producto, sistema, servicio o experiencia (centrada en objetos)- que, al estar adaptada a las personas, a las características de la propia empresa y a las particularidades del mercado, les ayudará a esas personas a lograr lo deseado y favorecerá el éxito empresarial, y cuando eso ocurra, se habrá consagrado la innovación.

Cuando el producto novedoso que presenta una empresa al mercado es aceptado, validado y adquirido en el transcurso del tiempo por las personas, en ese momento se convierte en una innovación, y si tal producto carece de diseño las probabilidades de su rechazo y el de la propia empresa son mayores.

Nada mejor que un ejemplo para explicar un hecho. Tomemos como referencia al hilo dental que se usa para limpiar los dientes. Vamos a despojarlo de su verdadera historia[1] y supongamos que ha sido inventado en este momento por un dentista local. Se trata de un conjunto de filamentos de nylon agrupados de manera que forman un hilo resistente el cual se introduce en el espacio interdental para remover los restos de alimentos acumulados. Uno de los principales beneficios es que permite la limpieza de esos espacios inaccesibles al cepillo, además de ayudar notablemente a prevenir la aparición de caries interdental y enfermedades de las encías. Sin duda estamos frente a una creativa y beneficiosa invención que se enfoca en el mejoramiento de la salud bucal. No obstante, el maravilloso invento no tiene el éxito esperado, su adquisición y uso es muy bajo. A pesar de los evidentes beneficios las personas no terminan de aceptarlo. Sucede que el hilo dental solo se puede comprar en la clínica dental del inventor; se vende empacado en pequeñas bolsas plásticas y suele enredarse por lo que a veces hay que sacar todo el hilo de la bolsa para desenredarlo y por cuestiones de higiene no es conveniente tocarlo todo, además, el hilo puede mojarse y por ello podrían generarse hongos con lo cual no podría usarse; cuando se extrae el hilo para usarse cuesta mucho cortarlo o se necesita una tijera para hacerlo; las personas no saben con certeza qué tanto deben cortar y algunos todavía no tienen muy claro cómo se usa; en fin, los costos de adquisición y uso asociados al invento superan al destacado beneficio, por lo cual, el valor del hilo dental es bajo.

Dada esas circunstancias (y aún dentro de nuestro ejemplo), el diseñador industrial comprende la situación del dentista, empatiza con los usuarios y propone que el hilo dental se venda en una cantidad determinada y enrollado alrededor de una bobina, la cual se colocará en una caja pequeña de plástico. En uno de los bordes de la caja hay una abertura y una pequeña hoja de metal por donde se extrae el hilo y se puede retener para ser cortado fácilmente. La caja tiene una tapa integrada que se acopla a presión para formar un alojamiento hermético al polvo y el agua protegiendo la bobina de hilo dental. Asimismo, la caja tiene una etiqueta adherida que identifica al dentista/vendedor y, a su vez, viene contenida en un empaque que ofrece información complementaria sobre el uso del hilo y la propia caja.

En concreto, el diseñador industrial concibió una forma o un objeto seguro, práctico, cómodo y eficiente para usar el hilo dental. A través de dicha forma permitió que se simplificara y fomentó el uso del hilo dental, permitió que se regularizara el precio y se optimizara la cadena de suministro, promovió la imagen del dentista, e incluso, contempló que la pequeña caja se pudiera fabricar de manera sencilla y a bajo costo. Con todo ello, el hilo dental ahora sí es aceptado por las personas, ahora sí pueden adquirirlo y usarlo sin contratiempos.

El diseñador industrial -a través del objetó que diseñó- impulsó la invención y la convirtió en una innovación. Permitió que se elevara la calidad de vida de las personas al facilitar el uso de una invención que ayuda a la salud bucal. El diseñador elevó los beneficios de uso del hilo dental, por lo cual, le generó (o agregó) valor a la invención con los consecuentes beneficios para la empresa/dentista y los usuarios.

Por ello, el Diseño Industrial se encarga de impulsar, presentar o lograr las innovaciones. Permite que las empresas y las personas se conecten de manera beneficiosa. Los diseñadores industriales son actores estratégicos en el proceso de innovación al hacer posible que las ofertas empresariales sean funcionales, usables, asequibles, accesibles, entendibles, memorables, agradables, seguras, competitivas, en suma, que sean aceptadas por las personas.

Sin embargo, la falta de validación del Diseño Industrial en la sociedad muchas veces le genera algunos problemas con otras profesiones. A veces, desde otras disciplinas se afirma que el Diseño Industrial lo que hace son cajitas, carcazas o maquillajes a productos técnicos. Y este gran mal entendido es un asunto esencialmente cultural. Por ejemplo, si un diseñador industrial hiciese un teléfono y ese elemento no tuviese dentro una placa de circuitos, cuando un usuario lo tome simplemente diría que el teléfono no funciona, pero en ningún momento va a decir que no es un teléfono. Por el contrario, si uno muestra la placa de circuitos del teléfono a un usuario, probablemente éste no va a saber qué es. Por lo tanto, los diseñadores no hacen la cáscara de la cosa, hacen la cosa, y si funciona o no, es asunto de la técnica. El trabajo del Diseño Industrial no es de cosmética ni de cubrir con carcazas de plásticos o de madera los principios activos de la tecnología, el diseñador industrial desarrolla el elemento comunicante en sí, el producto industrial que finalmente es un elemento de la comunicación. Y un producto industrial comunica, más o menos, según el desarrollo que tenga. Eso es lo que va a hacer que las personas finalmente lo compren o no, si las personas entran en empatía con el producto, es más probable que lo compren. Y todo esto es lo que el empresario dominicano debe tener muy en cuenta como valor generado por el Diseño Industrial.

De la definición de Diseño Industrial podemos inferir el rol y el compromiso que puede tener la disciplina en nuestro contexto dominicano. Por una parte, el Diseño Industrial está destinado a contribuir en la solución de los problemas de la sociedad a través de la generación de productos mejor diseñados que satisfagan mejor las necesidades humanas y que consigan un mayor grado de bienestar porque reducen las agresiones físicas ambientales y porque precisan de menores esfuerzos físicos y mentales para dominar el medio, lo cual repercute -de buena manera- en la llamada ‘calidad de vida’ (por ello, diseño y calidad de vida están íntimamente unidos). En ese sentido, problemas de la vida cotidiana de un colectivo, sociedad o del país en general (como pueden ser: seguridad, salud, educación, vivienda, transporte, deporte, comunicaciones, turismo, entre muchos otros), pueden encontrar un gran punto de alivio y posterior desarrollo en las respuestas que ofrece el Diseño Industrial.

La historia y el presente de los países que se han apoderado del Diseño Industrial, lo han considerado como una herramienta para promover el crecimiento económico mediante el diseño de productos que dan respuesta a los problemas reales de sus sociedades, y que, además, son fabricados localmente. El Diseño Industrial como política de desarrollo permite disminuir las importaciones y concede una mayor autonomía por parte de quien la aplica, lo que permite, a su vez, diversificar la propia producción.

Por otra parte, el Diseño Industrial es un factor estratégico clave para el éxito de las empresas, cuya gestión permite aumentar su desempeño y competitividad. Bajo una buena comprensión, el Diseño Industrial está directamente relacionado con las estrategias empresariales ya que, éste tiene su campo de acción dentro de las empresas y su objetivo dentro de éstas es el de impulsar la innovación, la calidad y la competitividad enmarcado en las relaciones comerciales y la sana economía de mercado. En el actual mercado globalizado, sabemos que toda empresa (de cualquier ámbito y magnitud) tiene un objetivo primordial: pervivir y ser competitiva, y es aquí justamente donde el Diseño Industrial permite la diferenciación al dotar a los productos de valores simbólicos, funcionales y estéticos que se reflejan en la calidad y en la eficiente adaptación al uso, permitiéndole a las empresas ser competitivas al ofrecer las mejores soluciones a la sociedad para la cual trabaja.

En la actualidad, los costos, los tiempos de desarrollo, la calidad y la innovación son los aspectos claves de la competitividad de las empresas, y gestionando el Diseño Industrial es posible conseguir esto. Por ello, la gestión del diseño se convierte en una práctica necesaria para todas aquellas empresas que desean ser competitivas. Al respecto, Ivañez (2000), aclara que “el objeto principal de la Gestión Estratégica del Diseño dentro de las empresas es el sistema producto: el conjunto integrado por productos, servicios y comunicaciones constitutivos de la oferta de la empresa”. Con ello queda claro que las empresas no solo deben ofrecer productos, sino también, servicios y experiencias que, en suma, constituyen un sistema de valores para las personas. La Gestión Estratégica del Diseño va más allá de lo procedimental, y se centra en los diversos elementos con los cuales las personas tienen contacto o interactúan con la empresa.

Dentro de las empresas dominicanas, el Diseño Industrial puede aportar actuando en tres áreas estratégicas: A) puede racionalizar los procesos productivos, además de diversificar la oferta de productos a partir de la tecnología disponible; B) puede aumentar la calidad y los valores formales de los productos a través de ventajas funcionales, estéticas o culturales; y C) puede favorecer la adquisición de los productos a través del programa integrado de marketing de las empresas.

En esencia, el Diseño Industrial es -básicamente- un instrumento de competitividad para las empresas, y sobre todo para las pequeñas empresas dominicanas, que pueden innovar especializando y dotando de valor creciente a sus productos y a las propias empresas, además de permitirles hacer frente a la creciente competencia del mercado globalizado. Por todo ello, lograr un Diseño Industrial adecuado tiene que ser la preocupación del sector empresarial y un factor principal para el desarrollo de la economía nacional. La República Dominicana cuenta con los bienes de capital, las materias primas y los componentes necesarios para la producción local. Las contribuciones que puede dar el Diseño Industrial permitirían que el país pase de una etapa imitativa y deficiente, a la producción de una cultura material con identidad propia y altamente competitiva (con miras a la exportación masiva).

Por último, el Diseño Industrial tiene un gran compromiso con la cultura. La disciplina está orientada a dotar de recursos materiales a las sociedades dominicanas para que puedan satisfacer las necesidades en términos económicos y medioambientales. Bajo la buena comprensión, el Diseño Industrial no sólo puede mejorar de forma considerable la vida de los más necesitados, también (básicamente a largo plazo), puede proporcionar las bases fundamentales sobre las que se pueden construir las economías locales. Por lo tanto, el Diseño Industrial es el factor para la adaptación de las tecnologías disponibles, y el factor crítico del intercambio cultural y económico dentro del mercado global. En concreto, la práctica del Diseño Industrial contribuiría en el mejoramiento de la sostenibilidad y la protección ambiental en la República Dominicana; ofrecería posibilidades de desarrollo y mejoramiento a los diversos actores de la sociedad (usuarios, productores y demás agentes del mercado involucrados); aportaría a la identidad nacional dentro del mercado global y ofrecería productos adaptados a la idiosincrasia dominicana.

Al presente, muchos líderes políticos y empresariales de los países que ostentan altos niveles de desarrollo ya se han preparado para un competitivo mercado de innovación al aceptar el destacado rol que tiene el Diseño Industrial para sus economías haciendo de éste un elemento central de sus actividades tecnológicas y comerciales. Podemos ilustrar el rol estratégico del Diseño Industrial para el aporte social al mencionar el caso de Europa en ruinas en el período de la posguerra (a mediados del siglo pasado), ésta incluyó al Diseño Industrial dentro de sus políticas de desarrollo con el objetivo de crear objetos para una sociedad precaria producto de los desastres de la guerra y para potenciar la competitividad de las nuevas empresas que comenzaban a crearse, todo ello con miras al desarrollo social y el progreso. En ese momento, y con los recursos económicos necesarios, Europa debía emprender una tarea poco común: empezar de cero en el delineamiento de una nueva sociedad. Ese propósito social, sería una de las primeras manifestaciones de la valoración del diseño, pues las ciudades y los hogares por reconstruir, necesitaban de todas las expresiones propias del diseño, entre otras: la arquitectura industrializada, los espacios flexibles y simbólicos, los muebles versátiles, modulares o plegables, entre muchos otros. Con el crecimiento poblacional, y con la idea de progreso, los muebles, los electrodomésticos y en general todos los artefactos, pasaron a ser parte de la reconstrucción de los hogares, que incrementaron la demanda de objetos industriales adaptados a esas exigencias. La valoración social del diseño en Europa, estuvo basada en los ideales de una sociedad dispuesta a reedificarse a sí misma. El Diseño Industrial, se convertiría en la manifestación más adecuada para la materialización de una cultura, con una idea de bienestar social por fundar.

Las historias foráneas nos muestran que las políticas destinadas a superar las crisis hacen hincapié -entre otras cosas- en el Diseño Industrial como parte de la innovación tecnológica, y esta relación entre innovación tecnológica y diseño, convierte al Diseño Industrial en un elemento clave para la política industrial.

En conclusión, con las ideas de Carrillo, Manrique y Paredes (2016), podemos establecer las potencialidades del Diseño Industrial en las empresas dominicanas precisando que éste -en la empresa- puede mejorar la identidad de la marca, crear una ventaja competitiva, aumentar las ventas como consecuencia directa de la aplicación del diseño, lograr el retorno de la inversión económica destinada a un nuevo diseño (entre 1 y 3 años), permite vender a un precio más alto, aumenta el nivel de exportación y ayuda a acceder a nuevos mercados; asimismo, el Diseño Industrial -en el producto- mejora la imagen de éste, se percibe al producto con mayores beneficios, genera una diferenciación del producto en el mercado, mejora la metodología de concepción de productos y mejora su calidad; por último -en las personas- el Diseño Industrial impacta positivamente en su satisfacción, ya que éste obtiene atributos diferenciales y se mejora la fidelidad con la marca.

Para lograr el desarrollo al cual apunta la República Dominicana, el Diseño Industrial debe ser un factor de peso en las estrategias empresariales, es decir, debe asumirse el pensamiento proyectual de manera estructural y se debe, ante todo, gestionar el proceso de diseño de manera integral, lo que implica -como punto de partida- darle un lugar relevante en la visión de las empresas.

Una mirada al futuro del diseño industrial de la República Dominicana.

Lo divisado hasta ahora, aunque es un panorama descriptivo y provisorio del Diseño Industrial en la República Dominicana, nos permite plantear escenarios prospectivos para nutrir la cultura de diseño a la cual apuntamos.

En la actualidad, la República Dominicana está dentro de un proceso de crecimiento y modernización que comenzó hace décadas y ha generado cambios en la sociedad. El país empezó a alejarse del modelo tradicional agrario y pecuario, y ha llegado a transformarse en una sociedad urbana basada en una economía -principalmente- de servicios. No obstante, el historiador dominicano Frank Moya (2019) indica que el país "se presenta hoy como una sociedad dual, que se ha modernizado rápidamente en muchísimos aspectos, pero que mantiene todavía ciertas formas de vida pertenecientes a la sociedad rural de la que proviene". La República Dominicana muestra la modernización que ha alcanzado en casi todos los ámbitos, lo que se evidencia en el crecimiento de la clase media y en la reducción de la pobreza. Sin embargo, ese proceso de transformación que ha producido esos logros, también ha causado serias deudas sociales y ecológicas. Por ello, el historiador ha dejado claro que el país tiene ante sí el reto de regular el cambio, o reencauzarlo, para que todos los habitantes puedan aprovecharlo, además, aclara que la realidad tiene una estructura y una dinámica que es independiente de nuestra voluntad, por lo cual, no podemos eludir la dinámica del cambio.

Ante tales sentencias, es evidente que la República Dominicana debe dirigirse hacia una transformación productiva que sea inclusiva y sostenible, considerando a los diversos sectores económicos, sociales y el impacto ambiental. Y dentro de ese contexto de cambio el Diseño Industrial, sin duda alguna, tiene un rol clave para que esa transformación sea eficiente.

Para iniciar el cambio debemos reconocer que la actual dinámica económica y la actual cultura de diseño de la República Dominicana no son sostenibles. El gran reto que tenemos está en “transformar la matriz productiva y buscar la forma de que una economía pequeña –como esta– sea competitiva internacionalmente. No basta la apertura económica per se. Para ello, se debe apostar por la innovación, con un uso más racional de los recursos naturales” (Friedrich-Ebert-Stiftung [FES] 2021, p. 15). Para lograr la transformación social-ecológica del sistema productivo, el país debe asumir el desafío estratégico de “Consolidar un sistema eficiente de ciencia, innovación y tecnología que fomente el aprendizaje tecnológico y coadyuve a reducir los daños ambientales” (FES, 2021, p.15). Y es justamente ahí donde el Diseño Industrial debe estar listo para desempeñar su papel ya que es la disciplina encargada de impulsar la innovación.

Por ello, el crecimiento social y económico de la República Dominicana tiene que apoyarse -entre otras cosas- en competencias creativas y de innovación. Para la transformación, las empresas dominicanas tienen que fundamentarse estratégicamente en el diseño. Ello no sólo reportará un enorme beneficio cultural y económico al país, sino que, además, incrementará la competitividad y podrá llevar al país a una posición líder en la región y el mundo.

El Diseño Industrial, por tanto, debe estar fortalecido para coadyuvar en la transformación del país. Así, las miradas que hasta el momento le hemos dado al Diseño Industrial en la República Dominicana nos permiten proponer (inspirados en las ideas de Bonsiepe, 1999) los fundamentos o lineamientos que desde ahora debemos comenzar a materializar para consolidar la cultura ideal y pertinente de Diseño Industrial dominicano. En tal sentido, una ideal cultura dominicana de diseño se caracterizaría por lo siguiente:

  1. A) El Diseño Industrial se gestiona de manera estratégica para impulsar la innovación de las empresas públicas y privadas del país. Bajo ese contexto, el diseño se ejerce con un enfoque sistémico y multidisciplinar. Del mismo modo, el diseño está atado al desarrollo industrial haciendo hincapié en el desarrollo social y honrando continuamente su compromiso hacia la preservación del medio ambiente.

  2. B) El Diseño Industrial empatiza con todos los sectores o grupos sociales del país y está incorporado en la mayoría de las empresas como parte de la innovación. Quienes ejercen la disciplina tienen un perfil de ‘diseñador-emprendedor’ y su práctica también se realiza en las micro y pequeñas empresas no solo del sector manufacturero, sino también, del sector comercio y servicios. El Diseño Industrial desarrolla sus demás áreas de acción estratégica (además del diseño de productos) y también desarrolla el diseño de conceptos de negocio (porque no se ciñe únicamente a diseñar mejores productos o mejores procesos, sino que diseña modelos de negocio totalmente nuevos) con lo cual se aprovechan las reales potencialidades en el sector industrial y en la sociedad.

  3. C) El Diseño Industrial es una Política de Estado que, al formar parte de las estrategias centrales del país, gestiona el impulso de la innovación, además, el propio Estado promueve al diseño en el escenario local e internacional (por ejemplo, a través de concursos, congresos, ferias, etc.).

  4. D) El Diseño Industrial es un tema central de investigación (académica y profesional) que produce conocimiento específico para nutrir a la práctica y a la enseñanza de la disciplina.

  5. E) El Diseño Industrial se enseña en numerosas instituciones de educación con ofertas educativas diferenciadas, con infraestructura adecuada y trabaja en conjunto con el sector industrial para la solución de los problemas asociados a los bienes y servicios destinados al bienestar de la sociedad. Además, la enseñanza en diseño abarca a los niveles de educación básica y media.

  6. F) El Diseño Industrial se posiciona sobre la base de una identidad o discurso proyectual propio que le permite ejercer una práctica local y global de manera competitiva y efectiva. Además, su discurso proyectual es amplio y sencillo, y se manifiesta o divulga en diversos formatos y plataformas (el Diseño Industrial es un tema central de las discusiones sociales).

Tales hitos de una ideal cultura de diseño deben verse como un escenario prospectivo para ser considerado en el fortalecimiento del Diseño Industrial dominicano. El diseño -por naturaleza- se enmarca en la práctica concurrente, por lo cual, distintos puntos de vista siempre son necesarios para la consolidación de la disciplina. Reiteramos el Perspectivismo, con lo cual, creemos que la cultura de Diseño Industrial se construye a partir de enfoques diferentes y, con base en nuestra experiencia y constante exploración, aportamos una imagen del futuro del Diseño Industrial en la República Dominicana.

A modo de conclusión, no pretendemos dejar dictámenes o ideas muy profundas sobre el tema. El ensayo queda abierto ya que el diseño -por naturaleza- es inconcluso, es decir, siempre está en una continua evolución para poder adaptarse a los nuevos contextos que van surgiendo. En nuestro símil, hemos retratado una imagen provisoria del Diseño Industrial dominicano cuyo significado se puede interpretar como un mapa que nos muestra el punto de partida y el de llegada de un viaje, por lo cual, nos corresponde a todos los involucrados trazar el camino más eficiente y comenzar la travesía que nos dejará con una sólida y clara identidad de diseño.

Aunque la mirada contemporánea al Diseño Industrial de la República Dominicana pueda parecer un panorama adverso, realmente no lo es. El diseño -en su misma naturaleza- no es estéril. Ontológicamente todo lo que está relacionado con el diseño es fértil, en consecuencia, entendemos que el sentido del presente está en su utilidad futura como referencia para la construcción. Y para construir lo más sensato es proyectar. Por ello, cuando vemos el actual panorama con los propios lentes del diseño, resulta que estamos frente a una oportunidad dorada que nos invita a la proyectación de un nuevo escenario, en otras palabras, el Diseño Industrial contemporáneo de la República Dominicana se encuentra en una etapa temprana de conceptualización que está encauzada hacia el futuro.

Proyectar es imaginar el futuro, en nuestro caso, vislumbrar al Diseño Industrial dominicano, o bien, predecir la interacción que tendrán las personas con su entorno, sus relaciones interpersonales, su forma de vida o sus posibilidades, nos lleva a imaginar un sistema de creencias que, como ya mencionamos, es lo que nos permite aproximarnos al mundo, interactuar con él y desarrollarnos.

Es así que, de todo lo precedente, lo que se debe subrayar es que la identidad de diseño es un sistema de creencias compartido el cual nos permite una mejor relación social dándonos una identificación, diferenciación y un sentido de pertenencia que nos da un lugar en la vida. La República Dominicana debe ser diseñada.


Referencias

  1. - Bonsiepe, G. (1999). Del objeto a la interfase. Mutaciones del diseño. Ediciones Infinito.
  2. - Bonsiepe, G. y Fernández, S. (Eds.). (2008). Historia del diseño en América Latina y el Caribe: Industrialización y comunicación visual para la autonomía. Editora Blücher.
  3. - Carrillo, N., Manrique, A. y Paredes, S. (2016). Checking Design. Pontificia Universidad Javeriana.
  4. - Diagnóstico Nacional de Innovación. (2020). Oficina Nacional de Estadística
  5. https://web.one.gob.do/media/yz4bvcdi/11diagnostico-nacional-de-innovacion-para-rd.pdf
  6. - Flusser, V. (1990). Hacia una filosofía de la fotografía. Editorial Trillas.
  7. - Friedrich-Ebert-Stiftung. (2021). República Dominicana. No basta con crecer. Icoimagen.
  8. https://fes-transformacion.fes.de/fileadmin/user_upload/15_ebook_RepDom_final.pdf
  9. - Moya, F. (2019). La República Dominicana: modernización y cambios. En Manuel Gil (Director). 78ª edición de la Feria del Libro de Madrid. Conferencia inaugural llevada a cabo en Madrid, España.

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